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La pandemia me enseñó a valorar la rutina

Pensaba que la recompensa para mí era la tranquilidad. Lo que no sabía es que también me daba otros pequeños trofeos: si iba al gimnasio cinco días a la semana, había una vocecita en mi cabeza que decía: “Te has ganado dos porciones de pizza”. Cuando limpiaba la casa el domingo por la mañana, siempre me abría una cerveza por la tarde. Y a veces ni siquiera eres consciente de las recompensas que te das a ti mismo por la rutina, y creo que esas son las más importantes. Con esas recompensas, estoy siendo bueno conmigo mismo, diciéndome que he hecho algo, así que me he ganado algo.

“Te obligas a anticipar las recompensas”, dice Duhigg. “Todo eso es muy bueno”.

Para Esmé Weijun Wang, autora de la colección de ensayos The Collected Schizophrenias, “las rutinas y los rituales son una parte fundamental para mantener mi salud mental”, me dijo. Las rutinas de Wang incluyen “mi agenda analógica, en la que escribo un diario, gestiono mis citas y apunto las tareas, que, junto con una serie de otros cuadernos y carpetas, organizan las cosas de manera que la vida se sienta menos abrumadora”.

Igualmente importante —y quizá más difícil— es mantener las rutinas. Así que, aunque anotar las citas es importante, recordarme a mí mismo que debo levantarme a una hora determinada, meditar, mi trabajo de la 1 p.m. y mi pausa para llamar por teléfono son actos que me recuerdan dónde van a estar las aguas tranquilas en lo que podría resultar ser un mar agitado.

“Cuando cambias un hábito en tu vida que antes considerabas importante”, dijo Duhigg, “solo tienes que ser consciente de cómo cambias ese hábito deliberadamente”.

No obstante, en ocasiones las fuerzas externas desbordan la capacidad de mantenerse. Tras cinco años de rutinas constantes, llegó la pandemia. El primer día que trabajé desde casa, mi rutina se vino abajo. Nos dijeron que sería durante una semana, luego dos, después el mes que viene, luego a finales del verano y luego quizás después del Día de Acción de Gracias. Tarde o temprano, volveríamos a la oficina, probablemente. Empecé a dormir hasta más tarde; cuando el gimnasio cerró, tuve que buscar una nueva manera de hacer ejercicio, y como cada cosita que había considerado parte de un día normal para mí empezó a desaparecer, no me di cuenta de cuán deprimido estaba.



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